¿Cuándo fue la última vez que se te rompió ese vinculo en el cual pusiste a prueba toda la lucidez que tenías a tu alcance pero que, probablemente, no sea la misma lucidez que la otra parte pensó que tendrías y eso, además, ya generó otro conflicto?
¿Te acordás cuándo fue la primera vez que descosiste, que despeluchaste o descosieron un vinculo por vos (y quizás terminó siendo un favor)?
La dinámica de la relación humana que se pondera porque no tiene contratos como las relaciones sexoafectivas pero que, también, dispone de ciertos tabués silenciosos cuando la curva de vitalidad no se le renueva a la otra parte (o a ambas): la amistad.
¿Quién, qué, cómo se institucionaliza la validez de que realmente nos pasan estas cosas?
Siempre, bajo mis creencias, las dos partes tienen que ver cuando de enhebrar una aguja vincular se trata.
Escribo, en ayunas y en el bloc de notas de la compu -lo que nunca-, bajo los efectos de una consigna espumosa y blanca que nos movilizó a todas ayer a la mañana en Terapia Creativa. Casualmente, fue similar a una que pregunté el mes pasado en el Taller de Escritura mensual que doy en Tandil, y que observé con mis propios ojos sus consecuencias.
En este caso, ayer, como subjetividades con patas, teclados y brazos que somos, nos fuimos por ramas diferentes pero con un sentimiento compartido: lo no dicho, lo que no se puede decir, aquello que no vayamos a decir nunca.
En mi caso, tengo una explicación escrita, sin destinatarios ni remitentes, a una persona sin nombre ni rostro ni cuerpo pero que tiene una composición en mi imaginario lo suficientemente asiluetada como para hablarle (escribirle). Esto es solo una reflexión que pretende ser anónima dirigida a la humanidad y que quizás, ustedes como lectores/as les pasó alguna vez. ¿Me cuentan?
“Elijo asentar esto que nunca te dije por acá porque no tengo ganas hoy de ahondarlo.
Sé que se suele asociar el “no tener ganas” con la idea de que no enfrentamos, como si todo respondiera a una lógica de guerra civil. No siento que este sea mi caso pero entiendo que suena hasta cobarde (¿alimento a la lógica?) y hasta que “debería hacerlo para sentirme mejor yo” (¿amor propio?) o “darte alguna explicación porque es lo correcto” (¿responsabilidad afectiva?) o incluso puedo pecar de mala persona (¿moral?), en el manual de la vida consensuado socialmente desde hace siglos atrás…pero, ¿sabés qué pasa? Yo soy un ser humano.
Renuevo votos. Reconfiguro acuerdos.
Se me d e s p r e n d i ó algo. Se descosió solito. Como cuando te ponés un jean con un dobladillo con puntadas bien separadas y frágiles y, de repente, la pulsión y la fuerza de una pierna vistiéndose inconscientemente, lo rompe. ¿Y cuál suele ser la reacción ahí? ¿Lamento, un poco de bronca? Hasta aparece una tibia impotencia.
Se sigue: a) olvidando lo que ocurrió, b) frenando a repararlo o c) arreglándolo de manera descuidada. ¿Qué sería “lo desprolijo” pero que simula y aparenta en una relación que fue intervenida por la fuerza y la pulsión sincera de una pierna vistiéndose?
Me animé a arrancar con mis propias palabras eso que estaba amarrado con un hilo débil pero que representaba un algo.
Desde hace muchos años me hacía ruido algo nuestro, y no enhebraba esa aguja, no cosía nuestra relación, no le hacía ningún pespunte…la olvidaba bajo la apariencia que pendulaba gracias a un hilo debilitado, blancuzco y deshilachado, y yo, ni siquiera miraba el costurero para ver de qué otro color y forma cosernos para que no vuelva a romperse otra vez.
Miré y busqué cosas en mi costurero. La lata no cerraba muy bien y estaba despintada.
Me animé.
Me animé a que se s e p a r e n nuestras telas, a que se percudan nuestros moldes desencajados. Y me animé porque me hiciste una invitación. Vos me acercaste, de alguna manera, a la invitación de sincerarme y a la oportunidad de decirte algo de todo esto, de blanquearte, de separar nuestros géneros mal cosidos, que no tenían ya los mismos bordes y que, ni siquiera el hilo frágil de la aguja tenía ganas de vivir.
Los parches y los dedales sirvieron de consuelo, pero consuelo fugaz, porque la vida de esos elementos tampoco es eterna. De hecho, un dedal dorado se me cayó al piso de granito gris y no lo encontré más.
Siempre hubo una cosa, y siempre la sentí cuando estábamos juntas. Me hablaban de vos pero yo seguía confiando en nosotras. Me hacías muy bien, te hacía muy bien, a pesar de notar cosas que no negociaba, comentarios que me alejaban, formas de ser que no tenía ganas de soportar, pero yo, años atrás, sostenía.
Te pude decir que hasta acá llegué
y
que
mi sincericidio podría ser cruel pero a su vez liberador.
Sin embargo, pensé y pienso en vos de muchas maneras, hasta incluso imagino cómo te debe haber caído porque te conozco mucho, pero no podía seguir más con lo mismo de siempre, no resonábamos bajo ningún tutorial terapéutico de costura.
Me animé.
Necesité patear el costurero emocional.”
Lo sentimental, lo emocional, lo afectivo es tan invisible y silencioso que se interioriza y automatiza naturalmente en nosotrxs sin fecha de vencimiento hasta que los carretes de hilo se terminan y ahí nos damos cuenta de la caducidad repetina.
Consciencia mata centímetros históricos de hilo.
Muy interesante! Me pasa algo similar, no me animo a "separar las costuras " todavía, sigo procesando , tratando de ver cómo hacerlo. Gracias!